Dime qué buscas en Google y te diré quién eres, qué te gusta y dónde vives. Es la conclusión al repasar cómo el motor de búsqueda trabaja mezclando algoritmos basados en Inteligencia Artificial (IA) y el historial de búsquedas de millones de usuarios.
El desarrollo del análisis de datos a través de Big Data, y los avances en Inteligencia Artificial (IA) posibilitan nuevas generaciones de aplicaciones y tecnologías web. Podemos decir que la inteligencia artificial es uno de los mayores retos tecnológicos de la historia y que, en ocasiones, contribuimos a su mejora sin ser conscientes de qué valor tienen los datos que proporcionamos desinteresadamente a través del uso de redes sociales y aplicaciones. Esos datos permiten que la IA nos identifique y nos perfile, y son tan únicos como nuestro ADN.
En la actualidad, una parte importante de los tres millones de búsquedas que se realizan por minuto en el buscador Google son interpretadas por un sistema conocido como RankBrain que está basado en IA, tal como señalaría Greg Corrado —científico de investigación senior de Google— en una entrevista para Bloomberg.
El hecho intrigante sobre la tecnología de Google, Facebook, Amazon, IBM o Microsoft y sus algoritmos basados en la IA, es que aprenden por sí solos de las consultas, publicaciones y acciones que realizamos en Internet. Estos algoritmos realizan cada día actualizaciones que desarrollan por sí mismas mejoras en los resultados que ofrecen. Adaptemos este hecho a la conocida aplicación de mensajería basada en IA Google Allo.
Allo añade a las funciones de mensajería instantánea un “asistente virtual” con el que puedes chatear, hacer preguntas o bromas. Este ayudante llamado Google Assistant puede por sí solo comprar entradas para ir al cine, reservar una habitación de un hotel, enviarte diariamente un resumen del tiempo y de las noticias que te interesan o programar tu agenda semanal. Estas funciones ponen de manifiesto la afirmación de Bill Gates en la tercera edición Reddit AMA —Ask Me Anything, un formato de entrevista virtual entre miles de usuarios y el personaje—: “Primero las máquinas harán muchos de los trabajos por nosotros y no serán muy inteligentes. Esto tendría que ser positivo si lo manejamos bien pero será suficientemente fuerte como para ser preocupante”.
La inteligencia artificial es clave en el futuro de Google —el buscador—, sus métodos y técnicas ya son las responsables de resolver gran parte de las búsquedas textuales y por voz que se realizan a diario en todo el mundo. RankBrain usa IA para transformar lenguaje escrito a entidades matemáticas conocidas como variables o vectores, para que la consulta que realiza un usuario pueda ser entendida y procesada por un ordenador. Por ejemplo, si atendemos a que alrededor del 15% de las búsquedas en Google no se han realizado nunca antes, el procesador de IA de motor detecta una palabra o frase que no reconoce, realiza una muestra de palabras o frases que pueden tener un significado similar —sinónimos— y filtra los resultados atendiendo a procesos de concordancia de palabras clave. El resultado de esas búsquedas arroja un elevado porcentaje de éxito al filtrar el resultado sobre lo que ha solicitado el usuario. Es magia. Un “robot” que piensa por sí solo y ofrece una respuesta con una probabilidad de acierto del 80%.
Esas variables o vectores matemáticos a los que hacíamos referencia no son más que resultados de la combinación de datos que los usuarios ofrecemos de forma desinteresada y que ayudan a la mejora de estos algoritmos. No es un secreto que los datos son la principal fuente para el desarrollo y la mejora de la IA. El acceso a estos datos permite desarrollar nuevos algoritmos, y sobre todo, aumentar su eficacia para que produzcan resultados de calidad y que se adapten a condiciones cambiantes.
Gracias a los datos y a los nuevos algoritmos tenemos recomendaciones, ofertas o incluso diagnósticos médicos más precisos. De este hecho nace la importancia de conocer cómo y qué datos ofrecemos, en ocasiones sin ser conscientes, a través del uso de herramientas web como redes sociales, motores de búsqueda o aplicaciones.
Veamos unos ejemplos a tener en cuenta cuando navegamos por Internet a través de un ordenador o un smartphone.
1. La ubicación
Los smartphones tienen la capacidad de rastrear tu ubicación geográfica para que puedas utilizar algunas aplicaciones a modo de GPS. También los ordenadores. El uso de aplicaciones de transporte o mapas se ha vuelto prácticamente cotidiano para los dueños de un móvil inteligente, muestra innegable de su posición como herramientas indispensables de la movilidad del futuro.
Con el análisis del historial de ubicaciones de tus dispositivos, un algoritmo de predicción basado en IA puede “adivinar” (con porcentajes muy altos de efectividad) cuál será tu destino para la próxima semana y cuánto tiempo estarás en cada sitio que visites.
2. Redes sociales y servicios web
Los motores de búsqueda son la principal herramienta para encontrar información en Internet. Las redes sociales, en cambio, lugar en el que los españoles pasamos más de 10 minutos por día según un estudio de IAB, son la principal fuente de datos personales públicos que los usuarios compartimos. Al utilizar los servicios que ofrecen empresas como Google, Facebook, Amazon, Bing o Yahoo, debemos ser conscientes de lo que compartimos. Hablo de datos tan importantes como las consultas de búsqueda, intereses, rango de edad, comportamiento de compra, música, amigos, familiares...
Con ello, la IA artificial puede mejorar los resultados de productos relacionados con tus intereses, ofrecerte contacto con nuevos usuarios o familiares en Internet, asignar un rango y perfil de edad, e incluso “adivinar” qué producto estarás interesado en comprar en el futuro.
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