La caja de los truenos ha vuelto a ser destapada. Durante el fin de semana Thom Yorke y Nigel Godrich anunciaron que retiraban sus canciones de Spotify y otros servicios de streaming de música porque, entienden, éstos no pagan lo que deberían a los artistas.
Esta noticia se produjo semanas después de que Pandora se viese envuelta en una polémica por el mismo motivo. Estas quejas, para bien o para mal, no son ninguna novedad. Los artistas no están contentos con la cantidad que reciben de Spotify, Rdio o Deezer e intentan que el dinero que reciben por canción reproducida sea mucho mayor.
En el caso de los servicios de streaming de música estamos ante una situación curiosa. Una serie de empresas como Spotify, Rdio o Deezer dependen de los contenidos que poseen las discográficas, es decir, venden el acceso a un activo que ni siquiera ellas mismas controlan o poseen. Las discográficas, por otro lado, han visto el streaming de música como un posible sustituto de los ingresos perdidos en la venta de música en formato físico en los últimos años y quién sabe si también de la venta individual de canciones digitales.
Los artistas, que en la gran mayoría de los casos tienen contratos con las grandes discográficas o con otras independientes, ven como el streaming de música no es capaz de sustituir los ingresos que antes tenían por la venta de CDs o incluso equipararse al dinero que reciben por la venta de álbumes a través de plataformas como iTunes o Amazon.
¿La consecuencia de todo esto? Estamos ante un nuevo mercado – el streaming de música como negocio no tiene más de tres años de antigüedad – en el que conviven unas empresas que están lejos de alcanzar la rentabilidad (Spotify, Rdio, Deezer, Pandora, etc) con otras que tienen la sartén de los contenidos cogida por el mando (las discográficas) y cuyas decisiones empresariales afectan a los artistas (que creen que su trabajo no se valora lo suficiente) y a los usuarios (que ven en el streaming la forma más cómoda de consumir música, pagando por ella).
Los pagos de las empresas de streaming a los artistas
Es imposible conocer con exactitud cómo se distribuyen los ingresos de empresas como Spotify entre los artistas. Spotify y otros servicios similares no pagan en ningún caso directamente al artista (igual que el artista no puede apuntarse directamente en dichas plataformas) sino que todo el proceso se realiza a través de intermediarios como SoundExchange, que a su vez distribuye el dinero a las discográficas que son las que pagarán finalmente al artista, en función de los contratos que hayan firmado en un primer momento.
Nos encontramos por lo tanto ante una industria compleja en la que participan muchos actores diferentes. Una imagen vale más que mil palabras.
En los últimos meses nos hemos podido hacer una idea de lo que reciben algunos artistas de los diferentes servicios. Cantidades por reproducción (o stream) que son relativamente pequeñas para los grandes artistas que son capaces de llenar estadios y minúsculas para artistas independientes y otros músicos que están comenzando su carrera.
- Grizzly Bear: 0,001 dólares por stream (Spotify)
- Lady Gaga: 162 dólares por un millón de reproducciones (Spotify)
- Vetusta Morla: 100 euros al mes por la reproducción de su tema más conocido, Copenhage (Spotify, en 2011)
- David Lowery: 0,000015 dólares por reproducción (Pandora)
En resumen, cifras muy pequeñas que demuestran que el streaming, al menos por ahora, no es capaz de sustituir a ningún otro tipo de ingresos que los artistas puedan tener. Rdio es la única empresa que ofrece una fuente de negocio adicional a los artistas y que no depende de sus acuerdos con las discográficas; paga 10 dólares a los artistas por cada nuevo suscriptor de pago que atraigan.
Un negocio que no es rentable para nadie
Estamos por lo tanto ante un negocio que no es rentable ni para las propias empresas que ofrecen dichos servicios. La gran mayoría de los ingresos que reciben Spotify, Rdio o Deezer van a parar a las discográficas y es muy probable que tarden en años en alcanzar la rentabilidad.
Si para los propios servicios no es un negocio rentable es casi imposible que lo sea para los artistas y músicos. Los únicos que por ahora salen ganando con este tipo de iniciativas son las discográficas que han encontrado en el streaming una nueva y creciente fuente de ingresos.
Entonces, ¿si el streaming no es rentable quiere decir que es inútil? Ni mucho menos. Como ya mencionamos en anteriores entradas los servicios de streaming son una plataforma de marketing importantísima para los artistas. Una forma para darse a conocer y atraer más asistentes a los conciertos, que es donde realmente está el negocio en estos momentos. Es en las actuaciones en directo donde los márgenes para los artistas son más elevados y donde tienen más control de la experiencia y del producto que ofrecen.
Pensar que el streaming va a convertirse en el corto plazo en una fuente de dinero importante para los artistas es una utopía. Sin embargo, no debemos olvidar que estamos ante un mercado que no tiene ni tres años de vida y que se encuentra en constante evolución por el impacto del móvil y otras tecnologías. El mundo no se acaba donde termina el streaming: existen plataformas como Bandcampque pueden ser utilizadas por los artistas para darse a conocer y también para vender copias digitales de sus obras (con unos márgenes importantes), existen los conciertos y las actuaciones en vivo, existe el merchandising. En definitiva, existen muchas fuentes de ingresos que, utilizadas de forma conjunta, pueden convertirse en una importante fuente de negocio para los artistas. Al menos hasta que el streaming mejore sus cifras con la llegada de más suscriptores, si es que eso termina pasando.
Imagen | Devianart
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